Durante las próximas clases, vamos a trabajar con algunos cuentos de Julio Cortázar y Jorge Luis Borges y analizaremos algunos recursos a los que estos autores echan mano.
Para comenzar, leeremos el cuento "Después del almuerzo" de Julio Cortázar.
Este blog funciona como archivo de los materiales de trabajo y las consignas de escritura con que los estudiantes del taller experimentan durante el curso 2021. Los talleres de Lectura y Escritura Creativa forman parte de la oferta de la Universidad de Adultos y Adultos Mayores de la Municipalidad de Morón desde el año 2018.
Durante las próximas clases, vamos a trabajar con algunos cuentos de Julio Cortázar y Jorge Luis Borges y analizaremos algunos recursos a los que estos autores echan mano.
Para comenzar, leeremos el cuento "Después del almuerzo" de Julio Cortázar.
Mi barrio
Hace muchos años, cuando era adolescente, viví en Capital en un barrio que se llamaba Villa Crespo y ahora es Palermo Queen, en una calle que se llamaba Canning y ahora es Scalabrini Ortiz, donde las casas antiguas con la ventana del living en la línea municipal se han convertido en restó de cocineros con nombre propio y los negocios de cueros de la comunidad armenia pasaron a ser outlets de marcas reconocidas.
Mi departamento quedaba a mitad de camino entre dos avenidas, Corrientes y Santa Fe, y una salida de sábado a la tarde podía ser caminar con una amiga hacia cualquiera de ellas a “ver vidrieras”, tomar un helado o un café con leche con medias lunas, si era invierno, y volver en el colectivo. También era el recorrido entre el colegio de monjas al que iba y mi casa. Cuadras con muchos plátanos que se ponían difíciles para mi alergia en algunos momentos del año, con vecinas que salían a barrer las veredas y pibes jugando a la pelota o charlado y diciendo alguna cosita medio subida de tono cuando pasaba con mi jumper y mis medias tres cuartos.
Era un barrio multicultural, convivíamos argentinos, hijos y nietos de españoles e italianos, armenios, árabes y judíos. Había negocios de cada colectividad y era una exquisitez probar las comidas típicas cada vez que alguno tenía su festividad. O ir a conversar con el religioso armenio que vivía en el tempo y nos preparaba café con “borra”.
No sé cómo será vivir ahí en este momento. Creo que se ha transformado en algo más comercial y hasta turístico. La gente lo toma como una salida recreativa, otros para comer o hacer una rica merienda, incluida yo misma.
AURRIEDI DIEZ
Mis abuelos paternos llegaron a la Argentina a principios del siglo pasado procedentes de Cástaras (un pueblo Andaluz próximo a Granada), se radicaron en América (un pueblo de la Provincia de Bs. As. del Departamento Rivadavia próximo a La Pampa) y se ganaron la vida como trabajadores rurales.
En 1909 nació mi papá y a los pocos años se radicaron en el barrio de Villa del Parque en Capital. Mi papá, con diez años, tuvo que adaptarse a un cambio brusco. Rápidamente hizo amigos y aprendió a jugar al AURRIEDI DIEZ un fascinante juego traído de la mano de los chicos que pertencían a las familias inglesas que trabajaban en el Ferrocarril.
Lo que no podía suprimirse era el protocolo antes de iniciarse el juego: uno decía en alta voz "aurriedi" y el ocasional adversario respondía "diez". Pasado el tiempo, mi papá (inquieto él) quiso saber cuál era el origen de esa fórmula que los chicos argentinos respetaban para no verse privados de semejante diversión. Le costó poco. El juego era, ni más ni menos que el Fútbol, y lo que decían los ingleses era: "all ready?" y la respuesta era "yes".
Nueva Pompeya
Mis primeros años transcurrieron en un lugar donde convivían armoniosamente inmigrantes, provincianos y porteños. En el sur de la ciudad de Buenos Aires, pegado al Riachuelo, entre el puente Alsina y la avenida Caseros, el barrio de Nueva Pompeya era mi mundo.
A principios de la década del 60, desconocía los problemas políticos que afrontaba el presidente Arturo Illía y la proximidad del golpe militar. Entonces, solo las canciones del Club del Clan, los programas de televisión y los coloridos libros de cuentos atrapaban mi atención.
Vivía con mis padres y mi pequeña hermana en un PH que formaba parte de una antigua casa chorizo de la avenida Centenera, a metros de la calle Tabaré y la esquina de “Mano Blanca”.
Al frente del inmueble se encontraban la tienda de Bayur; un museo de cintas, botones y bobinas de hilo y la lechería de doña Magdalena, donde desayunaban y merendaban los obreros de las fábricas cercanas.
Don Bayur, un inmigrante sirio propietario de todo el complejo, compartía el primer departamento con su esposa, Yamili, su cuñada, Anisi, y su sobrina, Adel; tres mujeres que no dejaban de emitir gritos y lamentos en árabe. El segundo PH estaba ocupado por doña Magdalena, y su hija, Irma, la novia eterna de un inspector de una línea de colectivos que nunca se decidía a poner fecha de casamiento. Y en el cuartito de arriba se escondía un alemán silencioso.
Un largo pasillo comunicaba el primer grupo de viviendas con nuestro patio y PH. Al fondo nos custodiaba un matrimonio italiano formado por don Antonio, un vendedor de ajos del mercado municipal, y doña Filomena, mi guía y compañera de aventuras.
Filomena no tenía hijos y me había adoptado como su sobrina. Me llevaba a recorrer los negocios de la avenida Sáenz y a pasear por el boulevard de la avenida Roca, frente a la fábrica de televisores donde trabajaba mi papá. Mi lugar preferido era la Iglesia de Nuestra Señora de Nueva Pompeya. En el interior del templo, me gustaba subir la escalera hasta llegar al camarín, y en el patio, disfrutaba llenar mi vasito plegable del agua que emanaba de la fuente de la Virgen negra, en realidad era una estatua metálica que se había oscurecido por el paso del tiempo.
Además, Filomena tenía alma de periodista y quería ser testigo presencial de todos los acontecimientos del barrio y, por supuesto, yo la acompañaba. Juntas vimos a los bomberos apagar el incendio que destruyó parte de la fábrica de pinturas Alba, a las víctimas de una gran inundación del Riachuelo refugiarse sobre el puente Alsina, las secuelas de un accidente ferroviario en la estación Sáenz de la línea Belgrano, y otros que ya no recuerdo.
Pero nunca olvidaré el gran incendio que afectó la villa de la avenida Perito Moreno. Cuando llegamos, los bomberos ya habían apagado las llamas de la noche anterior. Era una mañana fría y nublada. Nos acercamos con respeto a los restos de las viviendas destruidas. Solté la mano de Filomena y me acerqué a una niña de mi misma edad, que parada sobre chapas y maderas quemadas me miraba fijamente. Sentí su dolor, desesperanza, soledad y desamparo.
Volví a mi casa con una gran tristeza, sin saber que ese sentimiento estaría presente en los momentos oscuros que se sucederían en mi vida. Ese día terminó mi primera infancia, etapa que quedó en el barrio de Nueva Pompeya.
Seguimos trabajando el concepto de marco espaciotemporal y nos trasladamos al barrio de Puerto Madero, con el cuento "Fumar debajo del agua", de Féliz Bruzzone.
Pueden leer el texto haciendo click acá.
A partir de la lectura de los cuentos, Nora realizó un análisis de diferentes aspectos de la narrativa de estos autores, que comparto con el curso:
Cuento | "Besos por Flores" | "Animetal" |
Autor | Alejandro Parisi | Leonardo Oyola |
Espacio principal | Centro comercial de Flores | KoreaTown, en el Bajo Flores |
Otros espacios | Villa Lugano, el recorrido del colectivo 38, Avenida Cruz, Olivera, Ramón falcón Rivadavia, atravesando los barrios de Mataderos y Floresta | Barrios limítrofes; Boedo, villa de los paraguayos, Flores |
Tiempo | Fines de la década del 80 o principio de los 90 | Fines de la década del 90 |
Lugares significativos | Teatro Fénix, Alpina Skate, Plaza Flores, una heladería | Calles Curapaligüe, Carabobo, Castañares, Zuviría, avenida del Trabajo. El video de Kyu-dong Min, el bar de Sangsoo Hong. La autopista. La parada de colectivos. La basílica de la Medalla Milagrosa |
Líneas de colectivos nombradas | 38 | 7, 26 y 132 |
Protagonistas | Dos adolescentes de 14 años; el narrador y Gabriela, su compañera de escuela | Sang-jin Kim, “Taekwondo”, un actor coreano de pansori Ticky-Taka, un mendigo Una adolescente con su bebé. Dos jóvenes a quienes les robaron un 206 El paraguayo Julio César Cabral y Godzila, los ladrones |
Vestimenta con carga simbólica | Narrador: Camisa hawaiana, zapatillas de Basquet Gabriela: vestido de John Cook color marfil. Chicos de Flores: chombas Lacoste color pastel y zapatillas importadas | Narrador: campera y pantalón Ticky-Taka: Montgomery sucio, polera y papeles de diario Víctima de robo: Campera de jean con corderito |
Bandas musicales nombradas | Soda Stéreo, Los Fabulosos Cadillacs, Depeche Mode, Los Redondos, New Order | Animetal; una banda japonesa que reproducía canciones (versiones) de canciones de animé al estilo metal. |
¿Qué simboliza el barrio para el protagonista? | Flores es para el protagonista como “Disleylandia” o Las Vegas. Se siente como un inmigrante en un espacio que no le pertenece. Se deslumbra con los edificios y comercios de un barrio de la Ciudad de Buenos Aires. Se encuentra incómodo porque su vestimenta se diferencia de la de los chicos del barrio. Pero elige ese lugar, tal vez el más lindo y exótico de los conocidos por él, para declararle su amor a Gabriela. En Villa Lugano, Gabriela es su compañera y amiga, en Flores, por un breve momento, un amor correspondido con besos. | Sang-jin Kim, “Taekwondo”, es un actor coreano de pansori, residente de Koreatown. Conoce la geografía del barrio, sus personajes, su idioma y costumbres. A todos aquellos que no son del barrio les hace sentir que no pertenecen a ese territorio apropiándose o dejando que otros se apropien de sus pertenencias, ya sea el auto, la ropa o la billetera. Defiende su identidad coreana, y se ofende si lo confunden con un japonés o un chino. El joven de origen coreano se identifica con un barrio porteño que le otorga identidad y sentido de pertenencia. |
Durante las próximas semanas, trabajaremos con el cuento "La autopista del sur". Para acceder a la lectura del cuento, pueden hace...