Mi barrio
Hace muchos años, cuando era adolescente, viví en Capital en un barrio que se llamaba Villa Crespo y ahora es Palermo Queen, en una calle que se llamaba Canning y ahora es Scalabrini Ortiz, donde las casas antiguas con la ventana del living en la línea municipal se han convertido en restó de cocineros con nombre propio y los negocios de cueros de la comunidad armenia pasaron a ser outlets de marcas reconocidas.
Mi departamento quedaba a mitad de camino entre dos avenidas, Corrientes y Santa Fe, y una salida de sábado a la tarde podía ser caminar con una amiga hacia cualquiera de ellas a “ver vidrieras”, tomar un helado o un café con leche con medias lunas, si era invierno, y volver en el colectivo. También era el recorrido entre el colegio de monjas al que iba y mi casa. Cuadras con muchos plátanos que se ponían difíciles para mi alergia en algunos momentos del año, con vecinas que salían a barrer las veredas y pibes jugando a la pelota o charlado y diciendo alguna cosita medio subida de tono cuando pasaba con mi jumper y mis medias tres cuartos.
Era un barrio multicultural, convivíamos argentinos, hijos y nietos de españoles e italianos, armenios, árabes y judíos. Había negocios de cada colectividad y era una exquisitez probar las comidas típicas cada vez que alguno tenía su festividad. O ir a conversar con el religioso armenio que vivía en el tempo y nos preparaba café con “borra”.
No sé cómo será vivir ahí en este momento. Creo que se ha transformado en algo más comercial y hasta turístico. La gente lo toma como una salida recreativa, otros para comer o hacer una rica merienda, incluida yo misma.
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