ACTA DE DECLARACIÓN TESTIMONIAL
En la ciudad de Buenos Aires, a los 20 días del mes de noviembre del año 1976, el funcionario que suscribe numerario Julio Fernández, de la División Operaciones Metropolitanas de la Policía Federal Argentina, transcribe la declaración testimonial que la persona sospechosa realizó ante el oficial inspector Pedro Sánchez.
“Inspector, pertenezco a una familia cristiana y honorable. Mi abuelo, mi tío y mi padre formaron parte del Ejército. Por lo tanto, mi educación se basó en tres pilares básicos: Dios, patria y familia. Soy docente de una institución católica desde hace diez años, con un legajo impecable. Puede comprobar todo lo que digo. Todas las sospechas que tiene sobre mí son infundadas. Trataré de aclarar cada una de sus dudas.
Los libros que están en la biblioteca no son míos. Son de un amigo que es profesor en la Universidad de Buenos Aires y me pidió que se los guardara. La agenda tampoco me pertenece, también es de mi amigo. Pueden verificar que la escritura no corresponde a mi caligrafía. Desconozco los temas que desarrollan los libros. Ignoro todo lo que se refiere a esa asignatura.
No sé quién era la persona que golpeó a mi puerta y me pidió un vaso de agua. El joven estaba asustado. Sus ojos reflejaban desesperación. Su respiración agitada delataba que había corrido, tal vez alguien lo perseguía. Tomó el agua de un trago y luego se desplomó. Me pareció ver que colocó una pastilla en su boca. Traté de ayudarlo, abrí su camisola y lo arrastré hacia el sillón.
¡Cómo puede creer que tenía una relación con el muchacho! ¿Vio su aspecto con detenimiento? Vestía pantalones anchos y una camisola. ¡Miró su barba desprolija y sus cabellos largos! Además, ¿revisó su morral? Seguramente guardaba folletos de una agrupación peligrosa.
No me pueden vincular con ese sujeto. No hay ningún objeto en mi departamento que me asocie con él. Los vecinos me difaman por envidia. Le contaron historias falsas para incriminarme. Seguramente fue idea del consorcio, porque quiere desalojarme. Solo le di un vaso de agua a alguien que me lo solicitó. Lo hice por humanidad. Además, ya le dije que los libros sobre venenos y tóxicos son de un amigo. Las anotaciones sobre sustancias químicas y proporciones no corresponden a mi caligrafía. El joven no era mi amante ni me visitaba por las tardes. No soy una asesina”.
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