El Secreto
Había caminado unas cuantas cuadras, no estaba dispuesto a tomar un medio de transporte en medio de la pandemia, especialmente ante las restricciones por la cuarentena.
Llegó a la plaza. Era uno de los lugares que más lo inspiraba: el verde, el sonido del viento y el movimiento de los pájaros le generaban sentimientos de relax y paz. Se dispuso a disfrutar sentándose en uno de los bancos. Se veía muy poca gente por los alrededores.
Después de un rato, comenzó a sentir frío. El día estaba algo nublado y el sol apenas entibiaba el aire. Tenía necesidad de tomar algo caliente. Dudó de ir a un bar, pero vio que hacia la Avenida había un lugar pequeño y pintoresco, con mesas afuera. Con paso apresurado se dirigió hacia el lugar, observando que dos mujeres habían tomado la misma decisión, ocupando la mesa contigua a la suya, distante acorde a los protocolos establecidos en el momento actual. Pidió una taza de chocolate caliente y un par de churros, le encantaba esa combinación, esos olores le traían recuerdos de su niñez y de las celebraciones de cumpleaños
Estaba ensimismado en sus pensamientos, cuando la conversación de sus vecinas de mesa despertaron su curiosidad.
Con cierto enojo y aire de preocupación la mujer mayor, rubia decía
—…Tenés que decírselo, no podés tener secretos ni sostener esto por más tiempo.
—Pero no me animo, tengo miedo de perderlo todo, especialmente su confianza.
—Si no lo comprende es señal de que no te quiere lo suficiente.
—Siempre hemos considerado que el respeto y la confianza son pilares indispensables para mantener el amor.
—Bueno, pero esto pertenece a tu pasado, a tiempos anteriores a iniciar la relación.
—Él siente tanta admiración por mí, por mi trabajo en el hospital, que sería terrible que todo se desvaneciera en un instante. Yo era muy joven y muy insegura, afronté la situación sola, secretamente tomé decisiones que pueden parecer egoístas, pero sentí que ese doloroso desprendimiento estaba fundamentado en el amor.
—Y ahora el pasado emerge a tu vida como una nube negra que ensombrece y puede destruirlo todo.
—¡¡Así lo siento!! El hecho es que me necesitan, me buscaron y se contactaron conmigo. El trasplante de riñón es necesario y urgente y puedo ser la donante, me lo exige el vínculo inquebrantable hacia ese ser y sobre todo el amor.
El tono de voz de la mujer mayor se endulzó y como acariciando con sus palabras a su compañera le dijo:
—Creo que la verdad, aunque le duela en un principio, por tu temor a su reacción, va a acrecentar el respeto y el amor hacia vos. No temas…
La conversación de la cual él fue testigo pasivo, brindó a su imaginación el posible argumento para su próxima novela.
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