Por Nora Alessandrini
1) Rastreen en el texto los indicios que te llevan a pensar que la voz narrativa es femenina o masculina.
En la primera parte del texto, la voz narrativa parece ser masculina. Desde una mirada conservadora, propia de una sociedad heteropatriarcal, las acciones que relata el narrador responden al estereotipo del “varón”:
“…ella se encerraba en el cuarto para mirar televisión mientras yo trabajaba, o me acostaba a descansar sobre la hamaca paraguaya que habíamos colgado en el balcón”.
Las mujeres realizan las tareas del hogar y en sus ratos de ocio miran televisión, en cambio los hombres trabajan o descansan.
“Una mujer. ¿Qué sabrían ellos qué es una mujer? Yo sí sé. Sé que ella era una mujer”.
Al destacar que su pareja es una mujer, el lector infiere que el narrador es un varón.
“Yo la esperaba trabajando frente a mi escritorio, y cuando oí la cerradura, miré hacia la puerta para ver su carita sonriente y lo vi a él.
Parecía un profesor de tenis, o un vividor de mujeres ricas. Él notó la expresión de mi cara al oír que me lo presentaban como subcomisario y quedó sorprendido, igual que yo. Me reconoció por aquella película de la Edad Media –la del whisky– como había pensado que ella vivía sola, miraba mi kimono de yudo, veía el desorden de papeles sobre mi escritorio, y la miraba a ella, averiguando.
Notó un papel de armar entre mis libros. Era un papel americano, con los colores de la bandera yanqui y preguntó si fumábamos. Ella dijo que estaba para ofrecer a las visitas y a él le pareció bien y siguió curioseando entre los libros. Esa primera vez estuvo medio trabado, igual que yo, que jamás esperé que me trajera un policía a casa”.
Al relatar la sorpresa del subcomisario al entrar a su casa, el lector interpreta que se debe al descubrir que Franca tiene pareja. A su vez, describe los elementos que llamaron la atención del visitante: kimono de yudo, desorden de papeles, papel para armar cigarrillos, y los libros, todos relacionados a un residente masculino.
"Pero después nos hicimos amigos…”
“Fuimos bastante amigos. No es fácil ahora confesar amistad hacia un policía, pero no ha sido el único. También siento amistad hacia el inspector Fernández…”
El lector puede pensar que un varón es quien puede entablar una amistad con hombres de las fuerzas de seguridad.
“Los que se hacían amigos cenaban en casa; a los que no se querían ir, les preparábamos una camita en el living, y ahí dormían, sin preocuparse por lo que hacíamos en nuestra habitación”.
El lector infiere que los amigos respetaban la intimidad de la pareja heterosexual.
Hasta venir a nuestro departamento nunca un cliente sabía de mí. Yo en cambio sabía de ellos porque Franca me detallaba todo lo que hacía con los puntos. Fue una época. Yo quería averiguar, conocer más…”
“Celos jamás sentí. Rabia sí; cuando pensé que me mentía, o cuando sospeché que ella agregaba algún detalle para probar si yo sentía celos…”
“Y yo quería consolarla”.
“Entonces yo miraba la hora y calculaba. Sentía el paso del tiempo. .. Sentía que perderíamos la cena…”
“Y yo me controlaba, me relajaba, trataba de calmarla. Imposible: nunca se calmaba.
Entonces dejaba mi escritorio; iba hacia ella, le aplicaba una palanca de radio–cúbito, y la llevaba encorvada hacia el sofá. Trabándola contra los almohadones, sobre el sofá o sobre la alfombra, evitaba que se lastimase tratando de librarse de mi palanca…”
El narrador es racional, no tiene celos, desea proteger, se preocupa por el tiempo, posee el control y ejerce su poder con la fuerza física, características que responden al estereotipo masculino.
“Yo luchaba con un capitán. Por mi peso –sesenta y dos kilos–, nunca encontraba en la academia con quién luchar. A veces probaba con mujeres, pero no tenían técnica ni fuerza. Había muchachos jóvenes, de mi peso, con fuerza y con técnica, pero sin la madurez y la concentración que se logran en el yudo sólo mediante años de práctica”.
Desconcierta que el narrador señale el peso al referirse a su compañero de lucha. Parece ser un hombre muy menudo, ya que se diferencia de las mujeres porque éstas no poseen técnica ni fuerza.
2) ¿Cómo es el personaje que narra el relato? ¿Cómo se relaciona con las mujeres? ¿Cómo las nombra, además de llamarlas Claudia y Franca?
La narradora es una profesora universitaria. Trabaja en su casa, escribe y lee. Es fumadora y desordenada. No realiza tareas hogareñas, delega esas actividades a sus parejas.
Se relaciona con sus parejas a través de un juego que alterna la violencia física y verbal con la ternura. Todo finaliza con risas, pero parecen relacionarse más con la ironía más que con la felicidad. Tanto a Claudia como a Franca las llama “nena”, colocándose en un lugar dominante, protector, de superioridad.
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